6/25/2017

LA VERACIDAD DE LA FIESTA DE TOROS

Iván Fandiño toreó tres veces en la provincia -Villanueva, Almedinilla y Pozoblanco- y nunca en la capital


Fue un torero esencial, alejado del arquetipo actual y fiel a sus principios y tauromaquia


La fiesta de toros no pasa por buen momento para la sociedad de nuestro tiempo. Tachada de cruenta y arcaica por un sector animalista hueco y vacío, que incluso trata de cercenar las libertades individuales de aquellos a los que gusta, y que antepone la defensa de los derechos de los animales, tratando por todos los medios, y a cualquier precio, colocarlos a igual nivel, o incluso superior, que a de los seres humanos.
Por otro lado, otros, que dicen defender la tauromaquia, buscan un ceremonial en el que prime la estética y la belleza sobre todos los demás valores del toreo. Solo importa lo artístico buscando dejar de lado la épica y la tragedia. Venden y buscan la imposición de una fiesta incompleta, huérfana de gran parte de sus valores y con ello, sin desearlo, también colocan a la fiesta en un lugar complejo, pues los que llegan nuevos a una plaza de toros sólo están viendo una parte de lo que debe de ser la última liturgia viva de la cultura mediterránea.
La fiesta de toros necesita una defensa veraz y auténtica de todo su valor cultural y antropológico. El fundamento del toreo no es otro que la lucha primigenia de la razón del hombre contra la fuerza bruta de un animal enigmático y milenario. Una lucha a muerte, pues la tauromaquia es una representación de la vida que concluye con la muerte, siempre presente aunque no lo parezca. Por eso, se debe de mirar hacia dentro y comprobar que quedándonos con lo estético y superficial, erradicamos la tragedia y el drama de la muerte, que no es otra cosa que el fin de la vida.
Puede parecer complejo, tal vez anacrónico. Pero el drama puede hacerse presente en cualquier momento y lugar, de modo y forma que la realidad del toreo se hace notoria. El drama forma parte de la liturgia, aunque muchos traten de ignorarlo o maquillarlo con un exceso de brillo artificioso. El drama, o la muerte, van de la mano a la gloria efímera de lo que dura un triunfo.
La muerte siempre está presente. No hace más de una semana, la parca volvió a manifestarse mostrando la verdad del toreo. Un torero honesto, fiel representante de la ortodoxia más pura, caía herido mortalmente en la arena. Un torero que estaba alejado del arquetipo actual. Un torero forjado a sí mismo, fiel a un concepto y a un ideario que ha defendido hasta el final. Un torero independiente, que no atendió jamás a los cantos de sirena del sistema que adultera la fiesta a la que amaba y por la que ha entregado su vida. Un sistema que no le perdonó jamás un fallo y que no le agradeció jamás la defensa de los valores más veraces del toreo.
La muerte de Iván Fandiño en Air-Sur-L'Adour no ha venido nada más que a mostrar la cruda realidad del rito. No han importado sus esfuerzos, sus sacrificios, sus gestas, sus triunfos, sus cimas, y también sus simas, a las que pudo superar, en unos segundos un buido pitón acabo con su vida, repitiéndose así el drama que convierte al hombre en un héroe mitológico. También esta muerte ha traído la miseria del ser humano. Una vez más los que se dicen detractores del toreo y defensores de los animales han vuelto a mostrar su crudeza, bajeza y una amoralidad infinita. Alegrarse de la muerte de un ser humano no hace nada más que poner de manifiesto su podredumbre de ideas y la escoria de unos sentimientos nulos y obtusos.
Aquel que llamaron León de Orduña entregó su vida por una fiesta que es difícil de comprender, pero que está ahí, anclada al ADN de cada español desde hace muchos años. Una fiesta que no debe de perder ni un ápice de su verdad. Es triste, pero es así, el rito sacrificial del toreo puede tener estos tintes trágicos, pero es cuando la verdad prevalece sobre lo que nos quieren hacer ver desde cierto sector que dice defenderlo.
Fandiño estuvo fuera del sistema, fue torero más de aficionados que de público ocasional, pero aún así demostró su grandeza. Paradójicamente nunca abrió plaza en el albero califal, aunque sí actuó en la provincia. Tres fueron sus apariciones en cosos cordobeses. El 5 de agosto de 2011 se presentó en la plaza de Villanueva de Córdoba. Le acompañaron Juan Manuel Benítez y Cesar Jiménez, estoqueando una corrida de Las Monjas. Ya dejó patente su estilo clásico y ortodoxo. Más tarde, en 2014, formó parte del cartel inaugural del coso de Almedinilla, donde cortó cuatro orejas y un rabo. Le acompañaron el veterano Francisco Ruiz Miguel y Manuel Díaz El Cordobés. Su última actuación en ruedos cordobeses tuvo lugar en Pozoblanco el 27 de septiembre de 2015, alternando con Manuel Escribano y el rejoneador Leonardo Hernández.


6/19/2017

EL EXTRAÑO CASO DE ABUBILLO

La ganadería cordobesa de Justo Barba cría un animal que tiene todas las señales externas de representar un episodio de albinismo, un ejemplo único en el campo bravo español


Si preguntásemos a cualquiera que nos describiese un toro de lidia, es seguro que en esa descripción apuntaría a que es un animal de capa -o pelo- negro. Extremo este cierto, pues el negro es el color que domina la cabaña brava en la actualidad. También es cierto que pueden aparecer animales con otras capas, pero la realidad es que el negro es el color en el pelo de la mayoría de reses que se lidian año tras año en las plazas del llamado planeta toro.
Antaño, cuando la cabaña brava tenía más variabilidad genética -no hay que obviar que en la actualidad casi todo tiene su origen en la casta de Vistahermosa y que una de sus características era el pelo negro-, las capas eran mucho más diversas. De ahí que en las viejas litografías decimonónicas aparezcan animales de pelos variados, hoy en día minoritarios o incluso desaparecidos.
Durante los años veinte y treinta del pasado siglo los criadores de reses de lidia fueron adaptando sus productos a la lógica evolución del toreo como disciplina artística, por lo que buscaron un animal que se prestase con más facilidad a los cánones que trajesen Joselito y Belmonte. Fue cuando la casta originaria de Vistahermosa se fue imponiendo a todas las demás, convirtiéndose en mayoritaria, en detrimento de otras que no tuvieron la moldeabilidad necesaria para su adaptación a los nuevos conceptos. Aquello supuso la desaparición de otras castas, o sangres, como la llamada navarra, cuyo pelaje era el colorado encendido; la jijona, también de pelajes rojizos; así como la vazqueña, que alcanzó extrema notoriedad cuando fue propiedad del ducado de Veragua y cuyo rasgo externo no era otro que la gran diversidad de pelajes.
Hoy en día es de gran regocijo para los espectadores la presencia en el ruedo de un toro con capa distinta al negro. Se suelen ver accidentales pintorescos, caso de los llamados burracos, también capas de pelos mixtos como el cárdeno, el sardo o salinero, e incluso de pelaje claro como los jaboneros, reminiscencia veragüeña, e incluso algún berrendo en ganaderías que tuvieron su origen en cruces, caso de los patas-blancas o los muy hondos hidalgo-barquero.
Sin lugar a dudas una capa llamativa es la llamada ensabanada. Son animales en los que el pelo blanco es mayoritario y que se encuentra representado en la vacada de Osborne. Es un pelo extremadamente raro y escaso actualmente, tanto que el doctor veterinario Rodríguez Montesinos afirma en uno de sus estudios que representa el 0,099% del total de los efectivos de la raza de lidia. De ese singular pelaje fue el toro de nombre Atrevido que inmortalizó Antoñete en Las Ventas madrileñas en la década de los 60 del pasado siglo. Hoy esta capa está representada en la ganadería matriz de Osborne y en otras derivadas de ella, como puede ser Núñez del Cuvillo.
El ensabanado tiene como característica principal el pelo blanco, aunque su piel suele tener pigmentación de tono café o incluso negra, así como la mucosa obscura. Si no fuese así, estaríamos hablando de un caso de albinismo, extremo prácticamente inexistente en el vacuno de lidia. Repasando datos y hemeroteca poco o nada se vislumbra sobre un toro albino. Sólo uno del hierro de José Marzal de pelo ensabanado, con los ojos claros, que se lidió en Badajoz en la feria de San Juan en un cartel conformado por Juanito Belmonte, Manolete y Morenito de Talavera.
Y es ahí cuando salta la noticia, pues en la ganadería cordobesa de Justo Barba ha nacido en la paridera de este año un animal que tiene todas las señales externas de tener esta singularidad de la naturaleza.
Hijo de la vaca Abubilla, de pelo jabonero, y del toro Alimaño, de igual capa, corretea por los prados de la dehesa un becerro de pelo blanco y mucosas sonrosadas. El ganadero en primer lugar pensó que se trataba de un animal de capa albahía, pero con los días apreció los detalles de que tenía la piel, hocico y cerco de los ojos de un singular tono rosado. Estas características morfológicas hacen pensar que estemos ante un caso de albinismo singular y extremadamente raro en la raza de lidia, caso que hace de este futuro Abubillo un ejemplar único en la cabaña de bravo española. Tanto es así que su propietario y criador ha manifestado que de confirmarse de forma científica no lo destinará a la lidia, quedando como un inquilino de alto honor en la casa durante toda su vida.
Recordar que esta ganadería cordobesa es poseedora de dos ramas que se llevan por separado. Una minoritaria, a la que pertenece este becerro, de casta vazqueña-veragueña de origen Javier Gallego, y otra proveniente de Parladé y Rincón, de origen Antonio Doblas.




6/11/2017

JUNIO, MES DE LAS NOVILLADAS

Si la plaza de toros de Córdoba fue plaza de temporada, extremo demostrable, la causa fundamental fue la organización de festejos picados fuera de las fechas de la feria de la Salud.

Una de las críticas de la afición cordobesa a los regentes del coso de Los Califas es la ausencia de novilladas con picadores durante la Feria. Demanda que no es gratuita, ni tampoco caprichosa, puesto que una plaza como la de Córdoba, de máxima categoría -hoy en entredicho- tiene la obligación moral de cuidar el escalafón inferior, que con el tiempo debe de ser el que renueve los nombres que se perpetúan en el superior, algunos ya durante lustros.
Está bien que se organicen festejos sin picadores, todo requiere un principio, pero el auténtico relevo a los matadores de toros que hoy ocupan los carteles no es otro que el escalafón de novilleros con picadores. Es algo natural, lo fue y lo será, por eso no organizar este tipo de festejos supone taponar la entrada de nuevos nombres en un escalafón de matadores cada día más viciado y falto de frescura.
Si la plaza de toros de Córdoba fue plaza de temporada, extremo totalmente demostrable, la causa fundamental fue la organización de festejos picados fuera de las fechas de la feria de Nuestra Señora de la Salud. Durante toda la temporada se ofrecían este tipo de carteles, bien como inauguración de la misma o para premiar a quienes habían hecho méritos sobre la arena en festejos precedentes, repetición que era un aliciente, y así debe de seguir siendo, para todos los que tratan de abrirse paso en esta difícil profesión.
Precisamente era en el mes de junio cuando las empresas que regentaron con anterioridad el coso de Ciudad Jardín organizaban una novillada picada con los triunfadores de las que se habían celebrado en anteriores fechas, especialmente durante la feria en honor de la Virgen de la Salud, una tradición hoy perdida.
En el año de su inauguración, el día 20 de junio y ante utreros de Tomás Frías, se acartelaron Joselillo, El Monaguillo y Paco Asensio, destacando el segundo de los actuantes que en aquellas fechas tenía cierto ambiente. En el año siguiente, el día 12 de junio, actuó Alfonso González Chiquilín, quien había renunciada a la alternativa tomada años antes, acompañándole El Barquillero que desorejó a uno de sus oponentes y un joven Paquirri que gustó al público que acudió al coso. Siguiendo la tradición, el año siguiente, o sea 1967, compusieron la terna Macareno, el recordado Hencho y Juan Carlos Beca Belmonte, quienes estoquearon un encierro del Marqués de Ruchena. También estuvo presente Florencio Casado un año después, quien cortó una oreja a cada uno de su lote pertenecientes al hierro del Conde de la Maza, actuando junto a él Antonio Barea y Jesús Rivera. Tras dos años de paréntesis, el día 12 de junio la empresa Valencia recuperó la novillada con picadores, y ante serios utreros de Barcial actuaron Pepe Romero, triunfador del festejo, El Mesías, quien resulto herido, y El Húngaro. Hasta 1974 no volvieron a abrirse las puertas de Los Califas en el mes de junio con la celebración de una novillada picada. El día 16, ante novillos-toros de Baltasar Iban, comparecieron El Cali, una oreja y dos vueltas fue su balance; El Garbancito, cuatro orejas a su esportón en una época en la que tuvo mucho ambiente, cerrando Pedro Somolinos, quien no pasó de discreto. Dos festejos picados albergó Los Califas en 1975. El primero de ellos el 1 de junio. Repetía actuación El Tempranillo, quien había cortado una oreja en abril, y ratificó su buen momento cortándole dos orejas a su segundo -como todo el encierro de Ana Romero-, El Mesías y la novillera, ya fallecida, Ángela Hernández, quien también cortó una oreja. El día 15, la empresa repitió a El Tempranillo y a El Mesías; ante novillos de Juan Gallardo, les acompañó un joven Parrita que se había ganado al público con su fino toreo de corte amanoletado.
No fue hasta 1980 cuando volvió Los Califas a albergar una novillada picada en junio. Aprovechando su triunfo de mayo, los hermanos Camará anunciaron a El Soro, que volvió a liarla, el día 8 de junio, junto al ecijano Antonio Ramón Jiménez y un prometedor Antonio Tejero, perteneciendo los novillos lidiados a la ganadería de Dolores Aguirre. El día 14 de junio de 1981, los Camará, empresarios en aquellos años, anunciaron a un prometedor Fermín Vioque, a un ilusionante Antonio Tejero, y a su poderdante Luis Miguel Campano, con una seria novillada de Manuel Camacho. Una semana después se celebró una novillada picada con reses de Gabriel Rojas, para Juan de Dios de la Rosa, Jacinto Rey y El Andaluz, festejo este a beneficio de los trabajadores de Secem.
Ya no fue hasta 1989, en plena génesis de la finitomania, cuando se vuelven a dar novilladas con picadores, pues el día 10 de junio, ante reses de Bernardino Piriz, se anunciaron Finito, Jesulin de Ubrique y Chiquilin, volviéndose a repetir la combinación el día 17, actuando el rondeño Pepe Luis Martin en lugar de Chiquilin. La última de las novilladas en el mes de junio tuvo lugar en 1990, cuando el día 22, con el cartel de 'no hay billetes', Finito y Chiquilin, junto a Luis Domecq, reeditaron un triunfo importante, que supuso el inició de la última época dorada de Los Califas antes de entrar en el bache en el que se encuentra actualmente.


6/05/2017

GANADEROS CORDOBESES DE ANTAÑO: FLORENTINO SOTOMAYOR

Florentino Sotomayor

Córdoba también es solar del toro de lidia. Desde muy antiguo, el hombre busco la fiereza innata del tótem ibérico en los predios cordobeses. Se cuenta, con muchos visos de verosimilitud, que en las faldas de la Sierra Morena, muy cerca de la capital, los omeyas criaban caballos de pura raza, y porque no también pensar, vacunos de forma silvestre y natural,  por lo que puede que algunos de ellos tuvieran algún comportamiento salvaje y bravío. Cierto o no, la verdad es que aquellas tierras, al píe de la sierra, fueron, y aún siguen siendo, territorio del toro bravo en Córdoba.

En "Córdoba la Vieja", muy cerca de las ruinas de Medina Azahara, pastó parte de la vacada que nos ocupara los siguientes párrafos. Hasta allí llegaron entre 1911 y 1912, los historiadores no se ponen de acuerdo, un hato de vacas con el hierro de Fernando Parladé. Florentino Sotomayor, diputado a cortes, senador del reino y apasionado ganadero vocacional, había decidido convertirse en criador de reses de lidia. Una docena de vacas eran pocas, por lo que a comienzo de verano de 1912, adquiere nada más y nada menos que a Eduardo Miura, ciento cincuenta vacas, algunas paridas, quince utreros y quince erales. Como hierro usará el pial que hereda de su padre, quien a su vez lo recibió de su antepasado Antonio Navarro Moreno y que era usado para marcar ganado caballar.

Hay que aclarar que este hierro del que hablamos, pertenece en la actualidad a Tomás Prieto de la Cal, haciéndose la suposición muchos aficionados, al criar este señor reses originarias de Veragua, que este es el pial primitivo que usaran los duques de Veragua y Osuna cuando adquirieron la Real Vacada, a la viuda del rey Fernando VII, descartándose aquí por tanto esta peregrina y errónea suposición.

La ganadería se asienta entre las fincas "Córdoba la Vieja" y "Cuevas Altas". Florentino Sotomayor como se ha apreciado no escatima nada para conseguir una torada de categoría. Para ello también contrata como conocedor a José Baena "El Rubio", quien antes había desempeñado tal función en la ganadería del señor marqués de los Castellones y sus continuadores, siendo por tanto uno de los mayorales de más prestigio, no solo de Córdoba, sino del todo el campo andaluz. Las pruebas selectivas son duras. De las vacas parladeñas se aprueban diez y sesenta de las de Miura. En los tentaderos son habituales "Guerrita", ya retirado pero con su saber y conocimiento, "Mazzantinito"y "Sevillanito", Antonio Cañero, "Machaquito" y "Cantimplas". Los productos de Sotomayor son del gusto de la afición. En algunas ocasiones se anuncian como procedentes de Miura, pues las vacas aprobadas son inicialmente  padreadas por los raceadores miureños "Lagarto", "Guineo" e "Inspector".  Las reses son duras, pero dan buen juego, principalmente en el tercio de varas. Pero el  toreo evoluciona hacía una lidia más vistosa y con mayor importancia en el tercio de muleta. Florentino Sotomayor con visión de futuro, resuelve atemperar el brío de sus toros. Para ello vuelve a adquirir un toro puro de Ibarra, con el hierro de Fernando Parladé, de nombre "Superior", que comienza a cambiar el comportamiento de la vacada. Los resultados son los apetecidos por lo que en 1917 y 1918 padrean sucesivamente los toros "Medialuna" y "Macarrón" del hierro de la marquesa de Tamarón de igual sangre Ibarra, a través de Parladé. La casta de Vistahermosa va absorbiendo el temperamento típico de los miuras. Se cuenta, no sin fundamento, que José Gómez "Gallito", promotor del toro de hoy, seguía muy al corriente de las evoluciones del cruce practicado en la vacada cordobesa.

El ganadero cordobés se presentó en Madrid, el día 25 de mayo de 1919, con Saleri, Paco Madrid y Celita en el cartel. En ABC del día siguiente se dijo de los toros de Sotomayor: "El ganado de Sotomayor, desigual de presentación; fueron fogueados los lidiados en primero, tercero, cuarto y quinto lugar. En el tercero se precipito un poco la presidencia; el final quiza hubiera sido el mismo, pero hay que tener más calma, pues no hubo tiempo de ver al toro; en el fogueo del quinto tuvieron los toreros una gran participación. ¡Qué lidia! Ni una vez le colocaron en suerte con los caballos;  fué un toro hermoso. El sexto, pequeño, pero bravo. Estos dos últimos tuvieron otro estilo que los anteriores, quizá fueran de la cruza con Parladé. Dificiles para el torero los dos primeros." Un año después Florentino Sotomayor se saca la espina, pues en novillada jugada el día 25 de julio, el tercero de nombre "Escandaloso" resulta bravísimo siendo muy ovacionado en el arrastre, tanto que el publico abroncó a los mulilleros por no darle la vuelta al ruedo. También resultaron bravos los jugados en quinto y sexto lugar. La novillada fue estoqueada por José Zarco, Sánchez Torres y Domingo Uriarte. La vacada toma por fin el rumbo pretendido por su dueño. El cruce con los toros de Ibarra a través de Parladé y Tamarón, resulta fundamental.

La ganadería siguió gozando de buen cartel, hasta que el día 13 de junio de 1926, en la madrileña plaza de Vistalegre, el toro "Gallego" hiere mortalmente a Mariano Montes. Las críticas a la ganadería son feroces. Una vez más el ganadero se convierte en responsable de la tragedia por cierto sector de la afición.
Mariano Montes

Decide el reputado criador deshacerse de su vacada. Resuelve cambiar su ganadería por otra a los hermanos Martín Alonso en 1931. Antes del canje se reserva cincuenta vaca de nota superior y un novillo de nombre "Alondrito" puro de Parladé, al que más tarde se une un toro llamado "Pegajoso" con el hierro de Gámero Cívico, también entroncado con la misma casa ganadera. Las vacas de los Martín Alonso son rápidamente desechadas. Una nueva etapa se inicia, etapa esta que Sotomayor no verá pues fallece en 1934 sucediéndole su hijo Eduardo como titular de la vacada.

La guerra civil causa muchas bajas en la ganadería. Muchas vacas son sacrificadas y al termino de la contienda solo quedan sesenta y tres hembras y el semental "Pegajoso".  La vacada se recupera lentamente hasta alcanzar la cifra de 150 vacas de vientre y los raceadores "Cotorro" y "Bilbaino". Poco dura más la vacada en los predios de "Córdoba la Vieja" y demás predios cordobeses. En 1955 Eduardo Sotomayor se desprende de la misma y la vende al notario de Murcia, aquellos años con ejercicio en Córdoba, Adolfo Avilés Virgili perdiendo su relación por tanto con nuestra provincia.

Cuadro genealógico

6/04/2017

NOSTALGIA DE UN TERNO VERDE MANZANA Y ORO

Es hora de que la Córdoba torera, sabia y senequista como la califican, se meta la mano en el pecho y piense si está obrando en justicia con este torero que tanto le ofreció muchos años.

Córdoba, taurinamente hablando, vivía un triste momento a fines de la década de los años ochenta del siglo pasado. Sin ningún torero referente, para hacerle despertar ilusiones, y con una escuela taurina, fundada diez años antes, que solo había dado un matador de toros, Fermín Vioque, hacía que el panorama fuese desolador. 

En aquel año el coso de Los Califas era regentado por los hermanos Cámara, quienes junto a su cuñado, el recordado Antonio Pérez-Barquero, ceñían la programación de la temporada a la feria de mayo. Es verdad que en alguna ocasión fuera de esta fecha, la plaza abría sus puertas, sobre todo para la celebración de alguna que otra novillada con picadores, que servían para placear a los toreros que apoderaban y de paso incluir a algún espada local para justificar la inclusión de espadas foráneas. 

La temporada de 1988 se inició como de costumbre. Algún festejo picado, aprovechando el tirón local que tuvo el desaparecido Palitos, y poco más. La feria de ese año constó de cuatro corridas de toros, con algún escándalo incluido, dos novilladas picadas, el clásico festejo de rejones y la tradicional novillada picada. La corrida estrella, sobre el papel, era la de Victorino Martín, pero el de Galapagar retiró sus toros al rechazar los facultativos algún ejemplar en el reconocimiento previo. También otra de las corridas sufrió una alteración en el horario de inicio, debido a su retransmisión por TVE. Mucha gente no se enteró, debido a la falta de comunicación de la empresa, y cuando apareció por la plaza, el festejo se hallaba bastante avanzado, con el consiguiente enfado del respetable. 

Todo parecía ir como de costumbre, o lo que es lo mismo, seguir navegando por el desierto. El día 10 de septiembre, en festejo organizado por personas ajenas a la empresa, se presentó en Córdoba un chaval que vestido de manzana y oro con remates negros, hizo las delicias de los asistentes con sus formas toreras. Tanto fue así que tres semanas después el joven novel, de nuevo con el mismo terno verde manzana y oro con remates negros, volvió a partir plaza en el albero califal para volver a asombrar a los congregados en los tendidos con su toreo personal, ortodoxo y estético. Las tres orejas que cortó a los erales de Ramón Sánchez fueron lo de menos. Lo más importante es que la afición cordobesa vislumbró un rayo de luz ante unas sombras que ya duraban tantos años. Córdoba taurina despertó y aquel año de 1988 fue el inició de un resurgir del nombre de la ciudad en el planeta toro.

Aquel joven obró con su toreo el milagro, y Córdoba comenzó a seguirlo como hacía años que no se veía tanta entrega de Córdoba con su torero. Muchos vieron en aquello nuevos laureles que volvían a reverdecer. Los Califas se recuperaron de aquel largo encefalograma plano y sus puertas se abrían de manera frecuente. La feria de mayo llegó a ofrecer una decena de festejos. Fuera de esas fechas era normal la celebración de espectáculos taurinos. El cartel de no hay billetes se colgó en más de una ocasión, de nuevo los chavales querían ser toreros y muchos de ellos vieron cumplido su sueño de tomar la alternativa, otros se quedaron en el camino, si bien algunos, cambiaron el oro por la plata y se convirtieron en autenticas figuras entre los hombres de cuadrilla. 

Luego aquel romance con el paso de los años se fue marchitando. Todo volvió a ser como antes. La gente dejo de ir a los toros. El abono en Los Califas, poco años atrás plaza de temporada, se ciñó de nuevo a los días feriados de mayo. En la escuela taurina la actividad es cada vez menor, los chicos ya no tienen un espejo cercano donde mirarse. La tristeza regresó a la Córdoba taurina que languidece y vuelve a entrar en una profunda sima. Las ilusiones se han apagado y las luces son cada vez más tenues. 

Por eso la entrada de público en la corrida de feria del sábado fue sorprendente. En ella se acartelaba aquel joven muchos años después. Un joven que los años le han dado poso y solera. Un joven al que hoy sus seguidores le han dado la espalda, y eso es triste. Córdoba no ha reconocido lo que supuso la aparición de aquel chaval aquella tarde de septiembre en Los Califas. No le reconoce lo que aportó, no sólo a su Córdoba sino al toreo en general. Un torero que prefirió ganar batallas en lugar de la guerra, pero que brindó tardes memorables en las plazas más importante del planeta toro. 

Es hora de que la Córdoba torera, sabia y senequista como la califican, se meta la mano en el pecho y piense si está obrando en justicia con este torero que tanto le ofreció durante muchos años. Es hora de que sepan reconocer que aquel movimiento, que muchos llamaron “finitomania”, supuso para el toreo mucho más de lo que parece. Los tendidos el sábado de feria estaban teñidos de carmesí. Los toros no se prestaron al lucimiento y lo que todos deseábamos quedó inconcluso. Sólo alguna mirada perdida buscando en la memoria aquel terno verde manzana y oro con remates negros, aquel que llevo una lejana tarde de septiembre un muchacho de nombre Juan Serrano, Finito de Córdoba en los carteles, y a quien es hora que esta Córdoba tenga el reconocimiento que merece.

El Día de Córdoba (04/06/2017)